Poesía


Gato que duerme

Editorial: Océano
Ilustraciones: Alain Espinosa



En la cuna había un gato, en el gato un cascabel... Y en cascabel del gato, otro gato como el... Un poema de nunca acabar...                                                                                               






Una mapirisa risa que riza

Editorial: Océano
Ilustraciones: Claudia Legnazzi


En la marirronda de las mapirosas, maricuriosea una marirrosa... Mientras la maripilla busca colores para sus alas que el viento ha despintado, el lector goza trastocando las palabras.









La luna lleva un silencio

Editorial: Anaya
Ilustraciones: Paula Alenda

Fantasmita

Un fantasma pequeño,

colgadito de un hilo,
se mueve entre las sombras,
un rumor, un suspiro.
No es fantasma de nadie,
solo del mundo mío;
tiene su cielo propio
adentro de un racimo.








Un sol para tu sombrero

Editorial: Sudamericana
Ilustraciones: Raul Fortin



Trece poemas para los más chiquititos. Y ya se sabe, todo puede suceder en la tierra de la poesía: el elefante tiene secretos grises, los barcos navegan en mares de aserrín un serrucho y una sierra bailan el tango y la primavera de Sanmaravilla, tijera esta hilera    sencilla,   sencilla...










Maíces de silencio

Editorial: Ruedamares Editorial
Ilustraciones: Carlos A. Juárez


Poesía para los más pequeños. Una invitación para quienes crecieron arropados por la música de las palabras y ahora pueden cosecharlas en un libro.














Las sombras del Gato

Editorial: Panamericana Editorial
Ilustraciones: Victoria Peters y Daniel Fajardo

Cielo

La luna se llena
con agua sin pena
que saca del mar.

Ángeles de nube
tienen sed y suben
todos a tomar.

Después se pasean
con las panzas llenas
de brillo lunar.







De papel te espero

Editorial: Sudamericana
Ilustraciones: Eleonora Arroyo

¿Y el botón?


Se me ha perdido un botón
y el ojal está asustado.
¿Alguien ha visto pasar
a un gordito nacarado?

Dicen que rodó esta tarde
despeinado y en hilachas,
con aire de distraído
algo dudosa su facha.

Se comenta que llevaba
un atadito de ropa,
un sombrero de papel
y un cuenco para la sopa.

Bolsillos del vecindario
revisan sus callejones,
y algunas mangas chismosas
sospechan por los rincones.

Hasta que llega de noche
el botoncito canchero,
nácar de luz la sonrisa,
media flor en el sombrero.

Y todos quieren saber
qué riesgos ha desafiado,
qué monstruos lo han perseguido,
¡pobre botón extraviado!

Pero el botón, calladito,
se sonríe de costado,
como suele sonreír
un botón enamorado.

Y se columpia en un hilo,
y se acomoda la flor,
y sube a ocupar su puesto
silbando un silbo de amor.

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