jueves, 14 de marzo de 2013

Cuentos del bosque






Evaristo tocaba el acordeón. Vivía entre las ramas más altas del aguaribay en un refugio de hojas sedosas, entre libros de piratas y almohadones de pluma. Una vez cada tres días salía a tomar sol. Entonces se ponía sus anteojos oscuros, sombrero de ala ancha, ahuecaba el plumaje y levantaba la nariz como un valiente. 
De a poco y con mucho entrenamiento, se había vuelto capaz de soportar la luz del día metiéndosele hasta los huesos. Estaba contento de haber aprendido a soportar el azote del sol hasta tres minutos seguidos, sin caer achicharrado y sin chistar. Esto le había acarreado el respeto de sus conocidos, habitantes de la noche, y el temor del bicherío que ni aún de día podía estar a salvo de su vigilancia.



María Cristina Ramos
Marcela Calderón
Editorial Ruedamares.

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