miércoles, 27 de febrero de 2013

Rondas del aire

Por las ventanas del aire
volaba mi corazón,
vino volando un jilguero
y en el aire lo cazó,
lo llevó preso de un hilo
que del cielo deshiló,
lo llevó como si fuera
una hojita de ilusión
y en algún cielo de sombra,
solitario lo dejó,
pues ha llegado a mi pecho
agobiado y sin color,
con un trino que recuerda
al de un pájaro cantor.


Nostra Ediciones
México 2009

Ilustraciones de Silvana Ávila.




jueves, 21 de febrero de 2013

Belisario.


Belisario es un gusano violinista que descubrió su amor por la música cuando escuchó cantar a Belinda, su vecina… Pero tendrá que averiguar primero quién se llevó su violín, para volver y acompañarla en su canción.

En “Belisario y los espejos de agua” atravesará distancias en busca de agua dulce, sufrirá cansancio y sed para conseguir una gota de agua. Belinda lo esperará, junto a la cáscara de nuez donde ha juntado un poco de la última lluvia…

Pero en “Belisario y los fantasmas”, otro es el cuento. Sólo un ser muy valiente como él podrá acercarse a la orilla del agua, donde se oyen extrañas voces. Pero entonces, ¿los fantasmas, existen? ¿Belinda no siente miedo?

Es un cuento para leer de la mano de alguien que acompañe a leer hasta el final. 

                                 Foto: Belisario es un gusano violinista que descubrió su amor por la música cuando escuchó cantar a Belinda, su vecina… Pero tendrá que averiguar primero quién se llevó su violín, para volver y acompañarla en su canción.

En “Belisario y los espejos de agua” atravesará distancias en busca de agua dulce, sufrirá cansancio y sed para conseguir una gota de agua. Belinda lo esperará, junto a la cáscara de nuez donde ha juntado un poco de la última lluvia…

Pero en “Belisario y los fantasmas”, otro es el cuento. Sólo un ser muy valiente como él podrá acercarse a la orilla del agua, donde se oyen extrañas voces. Pero entonces, ¿los fantasmas, existen? ¿Belinda no siente miedo?
Es un cuento para leer de la mano de alguien que acompañe a leer hasta el final.

martes, 19 de febrero de 2013

DE GOLONDRINAS Y GORRIONES


(fragmento)

Neuquén, 2012.


Foto: DE GOLONDRINAS Y GORRIONES  (fragmento)

 El lavarropas hacía ronrón y rebosaba de espuma. Mi madre iba y venía llevando agua, del fuego a la galería, al microcosmos del lavado. Ponía azul en el agua para iluminar las sábanas, luego las tendía en cordeles que no terminaban nunca. Laberinto de ropa tendida por donde caminar y buscar el cielo, por donde correr y esquivar el aleteo de la ropa blanca y su frescor en mis manos y en mi cara. 
 Mes de marzo: mes de zapatos nuevos y de libro nuevo. Libro de lectura para tercer grado. Trae varios cuentos; uno largo. Este cuento, este cuento. ¿Me leés? Pedido que se cuelga del delantal y de la orilla blanca de la espuma. Madre que se seca las manos cuidadosamente y se sienta junto a mí en la mesita de la galería. Libro forrado de papel araña azul, para cuidar la tapa, manos cuidadosas para no ajar las hojas, y el subibaja leve de su respiración. En el primer dibujo del cuento la estatua de un príncipe y una golondrina. En el cielo del cuento es invierno, la golondrina ayuda a cumplir los deseos. Ventanas con poca luz donde cose una costurera, ventana donde una niña yace enferma, ventanas y ventanas donde la gente tiene la mirada de un príncipe y el vuelo de una golondrina. La voz de mi madre también es un vuelo piadoso sobre la mañana fría, sobre el horizonte de la espuma, sobre los años duros de su propia infancia. En la imagen final la golondrina yace sobre un manto dorado. La voz de ella tiene un brillo de callada lágrima, de lágrima sonreída, de esforzados días de mujer que trabaja fuera y dentro de la casa. Mujer que ronda con los ojos atentos los cuadernos. Sus hijos van a la escuela. Una escuela en la que ella sólo dio tres pasos. Mirada tutelar de una madre para acompañar las tareas que a veces desconciertan. Por qué el gorrión es dañino, pregunta la maestra de cuarto grado. Nadie atina a responder, ni el hermano mayor, ni los tíos mecánicos, ni el padre peluquero, ni la amiga bibliotecaria. Mi madre arriesga y yo escribo: Porque no hay quien los provea de alimento. Mi madre usa la palabra proveer, mi madre casi sin escuela piensa en las razones primeras, ¿quién puede ser dañino por propia voluntad? Intenta con su razonamiento sacarme de la soledad de una tarea. La maestra corrige diciendo una frase con voz de fastidio, y anotándola sobre mi fallida respuesta: El gorrión es dañino ¡porque destruye los sembrados! La maestra corrige sin proveer y los sembrados de mi cuaderno quedan avergonzados, y la madre piensa por qué no pudo seguir la escuela para ayudar mejor. Corre un viento confundido que mueve la bandera y sigue en busca del laberinto de sábanas tendidas del patio de mi casa. Huye el gorrión en busca de una golondrina. 


María Cristina Ramos
Neuquén, 2012.
El lavarropas hacía ronrón y rebosaba de espuma. Mi madre iba y venía llevando agua, del fuego a la galería, al microcosmos del lavado. Ponía azul en el agua para iluminar las sábanas, luego las tendía en cordeles que no terminaban nunca. Laberinto de ropa tendida por donde caminar y buscar el cielo, por donde correr y esquivar el aleteo de la ropa blanca y su frescor en mis manos y en mi cara. 
Mes de marzo: mes de zapatos nuevos y de libro nuevo. Libro de lectura para tercer grado. Trae varios cuentos; uno largo. Este cuento, este cuento. ¿Me leés? Pedido que se cuelga del delantal y de la orilla blanca de la espuma. Madre que se seca las manos cuidadosamente y se sienta junto a mí en la mesita de la galería. Libro forrado de papel araña azul, para cuidar la tapa, manos cuidadosas para no ajar las hojas, y el subibaja leve de su respiración. En el primer dibujo del cuento la estatua de un príncipe y una golondrina. En el cielo del cuento es invierno, la golondrina ayuda a cumplir los deseos. Ventanas con poca luz donde cose una costurera, ventana donde una niña yace enferma, ventanas y ventanas donde la gente tiene la mirada de un príncipe y el vuelo de una golondrina. La voz de mi madre también es un vuelo piadoso sobre la mañana fría, sobre el horizonte de la espuma, sobre los años duros de su propia infancia. En la imagen final la golondrina yace sobre un manto dorado. La voz de ella tiene un brillo de callada lágrima, de lágrima sonreída, de esforzados días de mujer que trabaja fuera y dentro de la casa. Mujer que ronda con los ojos atentos los cuadernos. Sus hijos van a la escuela. Una escuela en la que ella sólo dio tres pasos. Mirada tutelar de una madre para acompañar las tareas que a veces desconciertan. Por qué el gorrión es dañino, pregunta la maestra de cuarto grado. Nadie atina a responder, ni el hermano mayor, ni los tíos mecánicos, ni el padre peluquero, ni la amiga bibliotecaria. Mi madre arriesga y yo escribo: Porque no hay quien los provea de alimento. Mi madre usa la palabra proveer, mi madre casi sin escuela piensa en las razones primeras, ¿quién puede ser dañino por propia voluntad? Intenta con su razonamiento sacarme de la soledad de una tarea. La maestra corrige diciendo una frase con voz de fastidio, y anotándola sobre mi fallida respuesta: El gorrión es dañino ¡porque destruye los sembrados! La maestra corrige sin proveer y los sembrados de mi cuaderno quedan avergonzados, y la madre piensa por qué no pudo seguir la escuela para ayudar mejor. Corre un viento confundido que mueve la bandera y sigue en busca del laberinto de sábanas tendidas del patio de mi casa. Huye el gorrión en busca de una golondrina. 



lunes, 11 de febrero de 2013

ESTADOS DE LA MATERIA


La niña abre una pequeña caja de lata. La luz en el metal es una patinadora que la hechiza. Un jabón con fragancia de rosas se suelta de su nido y nada por el aire. Es jabón y es pez. Es hoja que busca el bosque donde nace el viento.
En la serenidad del patio, en el reparo interior, suenan de algarabía los pasitos. La caja siente que alguien la consagra y se sueña algo volátil, algo que migra hacia la luna creciente. 



La secreta sílaba del beso
Editorial Ruedamares


Foto: ESTADOS DE LA MATERIA

La niña abre una pequeña caja de lata. La luz en el metal es una patinadora que la hechiza. Un jabón con fragancia de rosas se suelta de su nido y nada por el aire. Es jabón y es pez. Es hoja que busca el bosque donde nace el viento.
En la serenidad del patio, en el reparo interior, suenan de algarabía los pasitos. La caja siente que alguien la consagra y se sueña algo volátil, algo que migra hacia la luna creciente.  


         
María Cristina Ramos
De La secreta sílaba del beso
Editorial Ruedamares

domingo, 10 de febrero de 2013

Ventanas


Hace un tiempo, en un lapso despoblado de una mesa de examen, una libélula entró por la ventana, dio una vuelta y se detuvo en el aire frente a mí. Era de color irrepetiblemente azul y estaba cruzada por franjitas negras. Nos miramos durante una fracción de siglo, cambiamos cosas y sentires, después se despidió y se fue. 
Una mañana muy temprano me asomé a la ventana y un jilguero, instalado sobre un cable cercanísimo, comenzó la más larga cantata alumbrada por pájaro alguno. Me inmovilizó y a la vez me puso a andar. Atesoré el canto, como quien acopia un hilo de oro, en esas zonas donde habitan los seres únicos, las cosas que estilizan el instante y con las que uno puede ser, fugazmente, absolutamente uno.


De Cae la nieve


Fotografía: zoouniverso.blogspot.com




viernes, 8 de febrero de 2013

MÚSICA


Foto: La vida no me debe nada, tengo casa y tengo sueños. Tenemos un país. Tengo hijos y nietas, todos bellos de toda belleza, de dispares pero definidas bondades. Tengo amigas y amigos y algunos que dejaron de serlo. Tengo una familia escasa pero extendida, que se arborece en verdes estadías. Tengo y tuve primos, ese remedo de la hermandad, ese plagio de complicidades de la amistad. Tengo libros, tengo el reparo de la palabra. La vida no me debe nada. Pero cada vez que es tiempo como ahora de jazmines, y de nacimientos, vuelvo a empezar como si poco conociera, con la inocencia de cada día, con la mirada de mis más pequeñas. Vuelvo a disfrutar de la vida como novedad y primicia, como noviazgo de madurez. Y en este renacer están ustedes los que andan pasos parecidos, los que nadan en preguntas que nos unen, los que confían en días más justos, los que habitan conmigo este claro del mundo.


La vida no me debe nada, tengo casa y tengo sueños. Tenemos un país. Tengo hijos y nietas, todos bellos de toda belleza, de dispares pero definidas bondades. Tengo amigas y amigos y algunos que dejaron de serlo. Tengo una familia escasa pero extendida, que se arborece en verdes estadías. Tengo y tuve primos, ese remedo de la hermandad, ese plagio de complicidades de la amistad. Tengo libros, tengo el reparo de la palabra. La vida no me debe nada. Pero cada vez que es tiempo como ahora de jazmines, y de nacimientos, vuelvo a empezar como si poco conociera, con la inocencia de cada día, con la mirada de mis más pequeñas. Vuelvo a disfrutar de la vida como novedad y primicia, como noviazgo de madurez. Y en este renacer están ustedes los que andan pasos parecidos, los que nadan en preguntas que nos unen, los que confían en días más justos, los que habitan conmigo este claro del mundo.

miércoles, 6 de febrero de 2013

LEJANOS OJOS


La puerta de vidrio refleja la fotografía.
La hija de mi hija ve dos veces al padre de mi padre,
se asoma a una imagen y a otra que no existe.
El sepia atestigua: nada ya de aquel pasado queda.
Sin embargo
la hija de mi hija se detiene
en un punto visible de mi casa
y con su mirada de absoluto presente
recupera esa mirada.
La que flota en algo que no ha sido vencido
por la nada del tiempo.


“En un claro del mundo”
Editorial Ruedamares, 2012

Foto: LEJANOS OJOS


La puerta de vidrio refleja la fotografía.
La hija de mi hija ve dos veces al padre de mi padre,
se asoma a una imagen y a otra que no existe.
El sepia atestigua: nada ya de aquel pasado queda.
Sin embargo
la hija de mi hija se detiene
en un punto visible de mi casa
y con su mirada de absoluto presente
recupera esa mirada.
La que flota en algo que no ha sido vencido
por la nada del tiempo.



                                                        María Cristina Ramos
                                                   De “En un claro del mundo”
                                                    Editorial Ruedamares, 2012


lunes, 4 de febrero de 2013

LUNA LLENA


En las noches de luna
deambula el lobisón;
(dicen que es una sombra
que pierde la razón).

Pudiera ser un hombre
mordido de serpiente
y que en ardua pelea
le ha ganado a la muerte.

Va sembrando un murmullo,
rumor desconocido,
de garganta que ensaya
guturales gruñidos.

Hay que cerrar las puertas,
no andar a cielo abierto,
apurar los cerrojos,
escuchar los silencios.

Se aparece cubierto
de pelaje bruñido;
todos temen sus pasos
de andar desconocido.

Su sed, que no se calma,
bebe en una oquedad
donde la gente mezcla
mentira con verdad. 

Dicen que es responsable
de potros desbocados,
de ángeles perdidos,
de amores olvidados.

Ha devorado ciervos
y a algunos vagabundos
que, como el lobo, andaban
solitos en el mundo.

Los regueros de sangre
que dejó alguna vez,
se han ido con viruta
de tronco de ciprés.

¡Cuidado con la luna!,
su lentitud de plata
se asusta de los seres 
que ella misma desata.

Se cobija en la sombra,
comienza a decrecer
y nos creemos solos
sin monstruo que temer.

(Pero alguien de nosotros
-y no se sabe quién-
lleva al lobo guardado
debajo de la piel).


“La ciudad hundida y otros misterios”


Foto: LUNA LLENA

En las noches de luna
deambula el lobisón;
(dicen que es una sombra
que pierde la razón).

Pudiera ser un hombre
mordido de serpiente
y que en ardua pelea
le ha ganado a la muerte.

Va sembrando un murmullo,
rumor desconocido,
de garganta que ensaya
guturales gruñidos.

Hay que cerrar las puertas,
no andar a cielo abierto,
apurar los cerrojos,
escuchar los silencios.

Se aparece cubierto
de pelaje bruñido;
todos temen sus pasos
de andar desconocido.

Su sed, que no se calma,
bebe en una oquedad
donde la gente mezcla
mentira con verdad. 

Dicen que es responsable
de potros desbocados,
de ángeles perdidos,
de amores olvidados.

Ha devorado ciervos
y a algunos vagabundos
que, como el lobo, andaban
solitos en el mundo.

Los regueros de sangre
que dejó alguna vez,
se han ido con viruta
de tronco de ciprés.

¡Cuidado con la luna!,
su lentitud de plata
se asusta de los seres 
que ella misma desata.

Se cobija en la sombra,
comienza a decrecer
y nos creemos solos
sin monstruo que temer.

(Pero alguien de nosotros
-y no se sabe quién-
lleva al lobo guardado
debajo de la piel).



María Cristina Ramos
De “La ciudad hundida y otros misterios”

viernes, 1 de febrero de 2013

¿Somos lo que se lleva el viento?


Somos lo que se lleva el viento,
cristalitos de sal o el reflejo que hunde el remolino.
Fuimos los que amamos y ardimos de pelea,
los que al fin del día nos descarozábamos de sueños.
Fuimos maíz que buscó el aire en el traje ambicioso de octubre.
Fuimos siglos en salas de espera, abrazos emigrados,
fuimos celebración en la orilla de lo naciente.
Fuimos trigo venteado y fondo de río para el anclaje del silencio.
Fuimos oleaje sin decir y andanadas heridas de palabras.
Fuimos esto y lo otro y lo que nadie vio
y crecimos con ellos y ellos nos vieron reír y renacer.
Fuimos estación de olivar en el itinerario de la abeja,
huellas en la orilla de sedientos mares,
somos agua que pasó en el manantial.
Y luego partimos y el instante nos deja rielar
como semilla alada en el candil del aire,
y luego tal vez nada, lo que fuimos.


María Cristina Ramos

Foto: Somos lo que se lleva el viento,
cristalitos de sal o el reflejo que hunde el remolino.
Fuimos los que amamos y ardimos de pelea,
los que al fin del día nos descarozábamos de sueños.
Fuimos maíz que buscó el aire en el traje ambicioso de octubre.
Fuimos siglos en salas de espera, abrazos emigrados,
fuimos celebración en la orilla de lo naciente.
Fuimos trigo venteado y fondo de río para el anclaje del silencio.
Fuimos oleaje sin decir y andanadas heridas de palabras.
Fuimos esto y lo otro y lo que nadie vio
y crecimos con ellos y ellos nos vieron reír y renacer.
Fuimos estación de olivar en el itinerario de la abeja,
huellas en la orilla de sedientos mares,
somos agua que pasó en el manantial.
Y luego partimos y el instante nos deja rielar
como semilla alada en el candil del aire,
y luego tal vez nada, lo que fuimos.

¿Somos lo que se lleva el viento?


                                                           María Cristina Ramos